Parece que de alguna forma nuestra sociedad ha decidido que una vez acabamos el colegio y el instituto nuestra mente ya está totalmente formada. También parece haber decidido dejarnos a nosotros mismos la dura tarea de descubrir cómo funciona. Desafortunadamente, en la mayoría de los casos es muy difícil que lleguemos a entender el funcionamiento de nuestra mente sin que nadie nos lo explique o enseñe.
Y es que descubrir nuestra felicidad verdadera (y eterna) está íntimamente ligado a entender cómo se desarrollan nuestros procesos mentales, especialmente nuestras emociones. Son precisamente estas las que parecen determinar nuestra felicidad, ya que emociones de entusiasmo, alegría y amor nos producen felicidad, mientras que emociones de tristeza, enfado y decepción nos alejan inevitablemente de ella.
Aprender cómo funcionan y cómo se producen nuestras emociones es por tanto una de las claves para llegar a descubrir nuestra felicidad verdadera. Existe una creencia social de que son los eventos de nuestra vida los que producen las emociones. Por ejemplo, si nos despiden en el trabajo eso nos producirá una emoción de tristeza, enfado o decepción. Por otro lado, si nos ascienden, eso nos producirá satisfacción, alegría u orgullo.
Sin embargo, se ha demostrado que esto no es así. Existe algo entre el evento y nuestra emoción. Algo que sucede inmediatamente después del evento y que precisamente produce la emoción. Ese algo no es ni más ni menos que nuestro pensamiento. Es precisamente lo que nos decimos a nosotros mismos sobre el evento lo que produce nuestra emoción.
Por tanto, es posible afirmar que no existe una relación directa entre un evento y la emoción que nos produce. Podemos verlo claramente en el siguiente extracto de mi libro Felicidad Sin Fronteras:
Otro ejemplo muy poderoso que ejemplifica a la perfección la no relación entre evento y emoción, es cuando alguien nos hace algo ‘malo’ y nos vengamos. Al principio nos sentimos ‘bien’ con nuestra venganza, sin embargo al tiempo es posible que empecemos a sentirnos ‘mal’ o culpables. El evento no ha cambiado, lo que ha cambiado es nuestro pensamiento sobre el evento. Mientras que al principio pensábamos ‘se lo merecía, así aprenderá para que la próxima vez no me haga algo así’, ahora pensamos ‘quizás me lo hizo sin darse cuenta y sin maldad, no tendría que haberme vengado’. Cambiando nuestro pensamiento sobre un hecho somos capaces de cambiar nuestra emoción sobre el mismo.
Entendiendo esta relación entre pensamientos y emociones, es posible mejorar ambos para que nos ayuden a ser más felices. De igual forma que si queremos correr una maratón tendremos que empezar a entrenar nuestro cuerpo poco a poco, para ser plenamente felices debemos entrenar nuestra mente. Es algo que todos podemos aprender y mejorar, y una vez lo consigamos estará con nosotros toda la vida. Sin duda vale la pena.
Y tú, ¿crees que es posible mejorar nuestros pensamientos y emociones, o piensas que forman parte de tu personalidad?
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