Moralidad, ¿emoción o razón?

Parece ser que los estudios sociológicos y psicológicos más modernos revelan una estrecha relación entre la empatía, de la cual hablábamos anteriormente, y la moralidad, en cuanto a la capacidad que tenemos para decidir lo que está bien y lo que está mal dentro de nuestro contexto social y cultural.

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Así, a la hora de tomar decisiones morales o éticas descubrimos que no es solamente la razón la que entra en juego, sino también las emociones. Y ante la presencia de razón y emoción, ¿adivinas cuál pesa más? Efectivamente, la ganadora suele ser la emoción.

Existe un ejemplo que lleva usándose varias décadas para ilustrar este caso tan curioso, conocido como el dilema del tranvía. Imagina que eres el conductor de un tren y que unos terroristas han atado a tres personas a la vía más adelante. Estás demasiado cerca y no es posible detener el tren a tiempo para salvarlas. Tu única opción es tirar de una palanca que desviaría el tren hacia una vía de acceso en la que hay una sola persona atada a la vía del tren. ¿Tirarías de la palanca?

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Ahora imagina un caso similar en el que eres conductor de un tren y más adelante hay también tres personas atadas a la vía. En este caso no puedes cambiar de vía. A bordo del tren hay una persona lo suficientemente corpulenta como para poder frenar el tren si fuese lanzada delante de la locomotora. Tu única opción para salvar a los tres rehenes en la vía es empujar a esa persona delante del tren. ¿Lo empujarías?

Si eres como la mayoría de personas, habrás respondido “sí” a la primera pregunta y “no” a la segunda. Esto se debe a que en el primer caso únicamente llevamos a cabo una evaluación racional de utilidad, en la que resulta lógico sacrificar una vida para salvar tres. Tan solo tienes que tirar de una palanca. En el segundo caso la lógica de utilidad es exactamente la misma: sacrificarías a una persona (que tendrías que empujar delante del tren) para salvar a tres. Sin embargo, en este caso la razón se ve anulada por una emoción negativa asociada con empujar con tus propias manos a una persona delante del tren y acabar con su vida. Aunque la razón nos dice que podríamos salvar a más personas, la emoción es la que nos dicta la inmoralidad de la acción y por tanto decidimos no llevarla a cabo.

A través de estos estudios y otros similares, se ha demostrado que las personas con mayor empatía e inteligencia emocional son capaces de tomar decisiones más morales y éticas en sus vidas. Este tipo de decisiones juegan un papel decisivo en nuestra felicidad, ya que aprender a distinguir lo que está bien de lo que está mal y ser capaces de tomar la decisión más ética nos ayudará a estar tranquilos en nuestras vidas, a reducir los niveles de estrés y a tener sueños reparadores por las noches.

Además, te recomiendo hacer este test de moralidad en el que se te plantearán muchas otras cuestiones similares a las del ejemplo de arriba, y que sin duda te pueden ayudar a reflexionar sobre la moralidad de tus decisiones y a ser consciente de la importancia de las emociones en dichas decisiones. El test está en inglés pero puedes hacer click derecho en cualquier lugar de la página web y “Traducir” con Google; lo he probado y la traducción es suficientemente buena.

Y tú, ¿qué puntucación obtuviste en el test de moralidad? ¡Deja tu comentario aquí debajo y continuemos el debate!

 

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